dietas para adelgazar La Rosa del Desierto: Capítulo 1: Cambios

La Rosa Del Desierto

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La Maldición Del Nilo Aguarda
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Novela

Es una novela historia, basada en un hecho real, pero me he tomado la libertad de modificar los lugares a mi manera y conveniencia para poder desarrollar una narración.
Entiendo que no leais mi novela porque los capítulos sean demasiado extensos. Lo comprendo, ya que son capítulos reales. Esta es una novela de verdad, con la que me gustaría llegar a algo, y no una historia. Si no la queréis leer no pasa nada, pero decírmelo. A los que la leeis espero que os guste, porque a mi me encanta escribirla. Gracias por vuestro apoyo.



Somos pluma sobre papel.
Carla Abejón Tamargo Escritora

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sábado, 25 de diciembre de 2010

Capítulo 1: Cambios


1  Cambios



Sol, luz, brillo y claridad, estas tres palabras ya se filtraban a través de las distantes dunas, y avanzaban a través de la nada hasta penetrar a través de los pequeños huecos de la cabaña; no se podría decir que fuesen ventanas, pues lo único que aislaba la morada del bravo desierto eran unas antiquísimas telas que, en un principio habían tenido un color blanco marfil muy bello y lúcido, pero que con el paso de los años habían ido envejeciendo al compás del tiempo adquiriendo un color pajizo claro acercándose casi a la gama de los pardos. La familia se adaptaba a su ritmo de vida, y tampoco tenían queja de ellas, después de todo, aquella cabaña era cuanto tenían, y cuanto tendrían si su suerte no cambiaba. La cabaña estaba situada en una pequeña aldea a las orillas del Nilo, lejos de las ciudades importantes del Imperio. Su aldea era un insignificante punto con acceso al río mágico y sagrado que no estaba en boca de la realeza, estaban en una zona perdida del desierto, sin ningún tipo de comunicación con el resto de los núcleos urbanos primordiales del reino. Ni siquiera en la última batalla interna del Imperio se habían molestado en organizar un pequeño ejército, ya que sabían de antemano dos cosas esenciales; la primera era que nadie iba a precisar su ayuda, ó a pedírsela de ningún modo, y la segunda y más decisiva para no tomar la iniciativa de participar en la batalla era que, nadie iba a atacarles, porque puede que no supiesen de su existencia. La situación de la cabaña era excelente, y los padres de familia podían ir a trabajar en las fértiles tierras situadas a la orilla del río sagrado. Todos los hombres de esa aldea se dedicaban a labrar las tierras y a recoger las cosechas para poder sobrevivir. Todos ellos campesinos, eran la mayoría de la población del país, y también los más desfavorecidos.

La cabaña era más bien pequeña, construida con adobe y blanqueada, de tal manera que, pudiesen convivir allí personas con animales. Las paredes se veían algo desgastadas a causa de la arena del desierto, y los espacios correspondientes a las ventanas eran completamente irregulares y diminutos.

Naliah se levantó temprano como hacía cada mañana al escuchar al pregonero de la aldea, y preparó lo que difícilmente podría llamarse desayuno. Se desperezó y se aseó escasamente con un poco de agua recogida en una palangana. Ya preparada se dispuso a sacar los panes rellenos de higos, y los panes rellenos de dátiles y frutas para el desayuno. Se dirigió sigilosamente hacia la estancia en la que se encontraba el dormitorio, y despertó a su esposo y a sus hijos. El marido fue el primero en incorporarse a comer, pues tenía que ir a trabajar para poder mantener a su familia. Los niños se acomodaron en sus cojines para desayunar. Naliah fue colocando sobre la mesa los alimentos, aunque, básicamente esta comida estaba compuesta por un poco de leche para los niños y cerveza para el marido y la mujer, acompañada de algunos tipos de panes sencillos y elaborados por la esposa.

Hamadi, un hombre joven de unos 27 años con el pelo de un color chocolate oscuro se despidió de su familia y de sus hijos y se dirigió a su puesto de trabajo. No estaba lejos, pero debía cruzar la aldea entera. La brisa le azotaba la espesa y ondulada barba que le adornaba el cuerpo hasta la altura del pecho. Esa mañana no se cruzó con nadie, lo cual le pareció realmente extraño, pues siempre había mendigos deambulando por las calles, mercaderes llegados de tierras lejanas, artesanos vendiendo sus preciadas vasijas, e incluso ladrones que intentaban robar a un pueblo que quizás estuviera en peor situación económica que ellos mismos. Caminó unos diez minutos, y llegó a un alto desde el que podía divisar el río en el horizonte, ya quedaba poco.
Miró hacia atrás, y pudo ver su aldea en la lejanía; parecía que ya comenzaba a haber mayor actividad en la aldea…

Por un momento pensó que si se hubiese casado con Azahara, aquella princesa árabe su vida hubiese sido mejor y más próspera. Su matrimonio había sido concertado desde antes de su nacimiento, con lo cual él no tuvo oportunidad de rechazarlo. Lo cierto es que Azahara ocupaba ya un vago recuerdo en su memoria, pero la recordaba como una mujer bella, y con una gran personalidad… Llegó a la conclusión de que ese matrimonio le habría proporcionado riqueza, bienes, una vida digna, respeto, y privilegios; pero jamás le hubiese podido proporcionar lo que su vida junto a Naliah le hacía sentir. Había una diferencia con respecto a Naliah, que él no sentía hacia Azahara, él amaba a Naliah, estaba enamorado profundamente de ella; y esa vida era felicidad y libertad, cosa que, junto a Azahara era imposible que hubiese llegado a conseguir.

Mientras caminaba iba pensando, y mientras pensaba, iba recordando detalles de su vida en Arabia, detalles junto a sus padres, y junto a sus hermanos, detalles ya olvidados que habían quedado enterrados bajo la arena del desierto, pero que, habían vuelto a ser recordados con tristeza y con un deseo desesperado de volver a verles otra vez más. Miles de preguntas bullían en su mente en aquellos momentos, todas ellas relacionadas con el día de su huida; ¿Habrían intentado sus padres encontrarlo?, ¿habrían llorado tras su ausencia?, ¿se habría casado Azahara con otro hombre?, a esta pregunta fue la única a la que pudo encontrar una posible respuesta: Probablemente. ¿Qué sería de sus hermanos en estos momentos?, ¿y de sus hermanas?, ¿se habrían casado?, ¿seguirían vivos, o quizá podían haber perdido la vida desafortunadamente?, ¿se estaría alguno de sus amigos acordando de él?, es más, ¿le seguiría recordando alguien, o había pasado a formar parte del olvido en estos dieciséis años?..., estas dudas se amontonaban en su cabeza y chocaban entre sí, produciéndole intensos dolores, sin parar ni un instante, pero todas estas dudas y esos recuerdos olvidados volvieron a yacer enterrados bajo las dunas del desierto cuando escuchó su nombre a unos pocos pasos de su lado, a la vez que una mano le golpeaba la espalda.

-                      ¡Hamadi!, ¿en qué piensas? – Preguntó una voz que le resultaba muy familiar; la misma que me golpeaba la espalda con gesto amistoso.
-                      ¡Sarud, amigo!, buenos días. Estaba distraído, lo siento, lo cierto es que no dejo de darle vueltas a un tema muy complicado que me supera – dije con un tono despreocupado para no llamar demasiado su atención-, pero lo cierto es que no tiene mayor importancia – concluí con la esperanza de quitarle importancia a un asunto del que no me apetecía en absoluto hablar.
-                      Está bien, como quieras, pero ya sabes que estoy aquí para lo que necesites. Ahora será mejor que nos pongamos a trabajar duro, nos quedan muchas horas por  delante, y yo no quiero que Jamila se enfade por no haber trabajado lo suficiente, y supongo que tú tampoco quieres que te ocurra lo mismo con tu esposa, ¿verdad? – Dijo con un tono bastante despreocupado mientras se alejaba, pero no sé por que razón a é le sonaba algo burlón.


Observó como se alejaba con paso firme y decidido. Sarud era un hombre fuerte y musculoso con una gran personalidad, sus ojos negros impactaban, y su tez morena era tan brillante que parecía de la realeza. Era un hombre muy bello y atractivo según se comentaba entre las mujeres de la aldea, pero también destacaba por su aire despreocupado a la hora de vivir.

Hamadi se puso a trabajar duramente en sus tierras durante varias horas. Aquella mañana todo resultaba de lo más extraño, cerca de las tierras en las que él estaba trabajando sólo se encontraba su amigo Sarud, y otros seis hombres más. El barro le llegaba a la altura de las rodillas en algunas zonas, pero sin embargo, en otras, el terreno era completamente verde o amarillento, dando lugar a cultivos de cebada, plantas medicinales, trigo, y una pequeña plantación, no siempre productiva de maíz.
En sus tierras no tenía permitido cultivar caña de azúcar ni tomates, por ello intercambiaba estos productos con su amigo Sarud, ofreciéndole al trueque plantas medicinales, y trigo.
No se sentía especialmente un desdichado ni un hombre pobre, pues era feliz con cuan poco poseía, haciendo feliz a sus hijos y a su mujer.
Hamadi tuvo un presentimiento: ese día iba a ser muy largo, y el trabajo en el campo muy duro y agotador…



Naliah comenzó a aclarar los platos y las vasijas del desayuno con un poco de agua. Sentía especial interés por la educación de sus hijos, pero no disponía ni de los medios necesarios para llevar a sus hijos todos los días a la escuela, ni del dinero necesario para poder pagarles una educación adecuada. Todo lo que ella quería en el mundo era que, sus hijos supieran cuidarse solos, y que tuviesen un oficio del que poder vivir, y mantener a sus familias. Pero en las circunstancias en las que se encontraba no  existía  otra alternativa que esperar a que su vida y su suerte cambiasen.

-                      Nanuet, Sherezade acudid aquí un momento – llamó Naliah a sus dos hijas

Las niñas aparecieron en la cocina pocos instantes después de la llamada de su madre. Aún eran bastante pequeñas sobre todo Nanuet, que sólo contaba con cuatro años. Nanuet era una niña bastante tímida y muy traviesa, solía decirse en la aldea que siempre intentaba quitarles los juguetes a los otros niños, pero realmente su exterior decía todo lo contrario, era una niña bonita, con una sonrisa de oreja a oreja, una piel oscura, unos ojos terrosos que despertaban interés en cualquiera que los miraba, y un cabello oscuro del que no se podía decir con certeza si era negro o castaño. Pero eran inteligentes y audaces, pues debían serlo para poder sobrevivir y prosperar en aquella sociedad. Sherezade en cambio contaba con nueve años, y era la mayor de dos hermanas; tenía un cabello largo de color azabache bastante desaliñado, y unos ojos negros azulados brillantes y penetrantes, realmente era una muchacha preciosa, su piel era oscura, pero la conservaba bastante bien, pues solía lavarse diariamente.

-                      Dinos madre, ¿ocurre algo? – preguntó Sherezade.
-                      No, estad tranquilas, no ocurre nada, es sólo que necesito Sherezade, que cuides de tus hermanos pequeños, y de la casa hasta que Khalid, Zahur y yo regresemos en unas horas, ¿de acuerdo?
-                      De acuerdo, madre, pero… ¿dónde van a ir ustedes? – preguntó Sherezade con un tono de preocupación en la voz, que era, bastante apreciable.
-                      No te preocupes, cariño no iremos lejos, simplemente vamos a ir al centro de la aldea, a la plaza donde se reúnen las gentes para charlar e intercambiar algunos productos… - Dijo su madre tranquilizándola.
-                      ¡Ah!, entonces vas de compras, ¡que bien!, ¿y que vas a comprar madre? – Preguntó la niña emocionada.
Naliah suspiro. Se sintió abatida, no podía permitir que su hija se alegrase tanto cada vez que ella iba de compras, era algo humillante.
-                      No voy precisamente a comprar, pero voy a llevar en el carro una gallina que no necesitamos, pues tenemos otras dos, y ver si tengo suerte y alguien me la cambia por telas, o por jabón.
-                      Está bien madre, entonces no salgo de casa, ¿no? Me quedaré con Nanuet y con Rahotep en el patio trasero junto con el cerdo, las cabras, y las gallinas. Si alguien entra con noticias o preguntando por ti, o por padre ¿qué respondo? – Comentó la niña haciendo un pequeño énfasis en la palabra noticias.
-                      Hija mía, solo dile que no estamos, que yo volveré en unas horas, pero no salgas de casa, y no vayas con desconocidos. Rahotep está durmiendo, si llora, sólo acúnale, no hará falta más, ¿entendido?
-                      Por supuesto, madre. Tened cuidado. Los vecinos maldicen a una anciana que, a su parecer está trayendo mala suerte al poblado con sus conjuros y males de ojo. La tachan de bruja.
-                      Sherezade eso son leyendas urbanas, no tienes de que preocuparte los dioses te protegerán – dijo Naliah intentando convencer a su hija de las muchas invenciones de sus vecinos -. Adiós hija – se despidió la madre mientras le decía adiós con la mano -, no salgas de casa, volveré pronto – dicho esto cogió el pequeño y viejo carro de madera y guardó la gallina dentro junto con unas pequeñas bolsas en las que siempre llevaba algunas semillas variadas para intercambiar, ó escasas piedrecillas de oro, con las que compraba mobiliario, utensilios, u objetos necesarios.

Sherezade acudió a despedir a su madre y a sus hermanos a la entrada de la casa. Vio como se alejaban en la distancia, volviéndose a menudo para decirle adiós o cruzar una de las últimas miradas de despedida. Ella respondió a todos aquellos gestos, sin moverse de allí, hasta que los perdió de vista.
Supo en aquel momento que algo no iba a ir como esperaban, tuvo un mal presentimiento, peor incluso que el de hacía dos años, sintió que un escalofrío le recorría todo el cuerpo desde la cabeza hasta los pies; y a pesar de todo supo que debía callar y guardar esto como un secreto. Y se juró a sí misma que ni una sola palabra saldría de su boca. Entreabrió un poco los labios y dejó escapar un leve suspiro de alivio al lograr evadir esos oscuros pensamientos de su cabeza.
La niña muy asustada, corrió la cortina que separaba la vivienda del exterior y se dirigió al patio trasero junto a su hermana Nanuet, y los animales. Atravesó el hueco grande y espacioso, a diferencia de los huecos que actuaban como ventanas, pues no había puerta. Penetró en el patio, en el que había un pequeño pozo, del que obtenían el agua, y también alguna que otra bolsa con semillas de todo tipo para poder elaborar pasteles en los días festivos, o en ocasiones realmente importantes, como celebraciones, o ceremonias. Le vino a la memoria una escena de hacía ya muchos meses, en la que por su cumpleaños le habían regalado un turbante precioso de colores intensos y brillantes, y una túnica de color blanco. Era ropa muy humilde que su madre había comprado en el mercado anual de la ciudad de Baskhud, una ciudad bastante cercana a su aldea. Su madre lo frecuentaba todos los años, y siempre que iba, compraba algún objeto interesante y bonito para cada uno de ellos.           La celebración de su nacimiento coincidía poco después del mercado, y sus padres siempre le habían regalado algo procedente de aquellos extraños proveedores de telas, jabones, perfumes, muñecas, y figuras hermosas que decían venir de occidente…
Siempre se había preguntado qué situación ocuparía occidente geográficamente, deseaba saber más sobre aquel lugar tan complicado según los adultos, tan avanzado según los sabios, tan pobre y desdichado como afirmaban los mendigos, tan rico y fértil como añadían los comerciantes, y mercaderes, aquel lugar que como señalaba su padre se encontraba carente de cultura, historia, y creencias, aquel lugar que como recalcaba su madre insistente y con un ligero tono amenazador en la voz, era un lugar prohibido. Un lugar al que una mujer que se precie no debería acudir de ningún modo. Nunca. Fueran cuales fueran los motivos. Jamás. Era más digno morir como un esclavo maltratado en oriente, que poner un pie en occidente.
Las dudas le recalentaban la cabeza, y las opiniones de cada persona le hacían dudar sobre el tipo de lugar que era realmente ese lugar desconocido llamado Occidente.
Puede que algún día conozca la verdad, pensó. Y se sumió en una profunda reflexión consigo misma, analizando cada respuesta, cada hecho, cada causa, cada reacción y cada palabra. No dio con una conclusión exacta, tampoco se acercó a ella. Quería, no, necesitaba saber realmente que ocurría en aquel lugar, las razones por las cuales cada cual exponía algo diferente, los motivos por los que, aquellas personas narraban los hechos de tal forma como si deseasen, y su verdadera intención fuese hacer que creyeras plenamente en lo que te decían. Por alguna razón ajena aquellas personas necesitaban que alguien los creyese. Una pregunta invadió la mente de Sherezade: ¿Qué estaba ocurriendo realmente en occidente?, ¿ocultaba este lugar algún secreto inconfesable que quisieran encubrir?
El recuerdo se desvaneció dejando ver una sonrisa de satisfacción en el rostro de la niña.

Miró a su alrededor, y vio a su hermana postrada sobre un lecho de hierba y hojas secas, destinadas al consumo del ganado. Se acercó lentamente, pues tenía miedo de que estuviese muerta. Dio pasos lentos, pequeños y cortos, y se acercó un poco, pero al no lograr averiguar si estaba muerta decidió acercarse completamente hacia ella. ¡Oh! ¡Osiris, por favor escuchadme y escuchad mis plegarias y decidme por todo lo que amáis que no os habéis llevado a mi hermana al otro mundo! ¡Por todos los dioses, no! ¡Por favor, decidme que aún no!, pensó ella plenamente desesperada.
Se armó de valor, y palpó el cuerpo de su hermana con mera desconfianza, y finalmente para su alivio repentino se alegró de que estuviese viva y la abrazó con entusiasmo. Rió para sí, y se preguntó como podía ser tan extremadamente ingenua como para pensar que podía haber muerto así sin más, sin haber causado el mínimo ruido, sin haber pronunciado un llanto. Sherezade tomó a su hermana pequeña en brazos y la llevó al dormitorio, mientras la acostaba en el suelo escuchó la voz del pregonero de la aldea, al parecer había noticias. Se apresuró a arropar a su hermana con una vieja manta que había en uno de los sucios rincones y se dirigió a recibir al hombre.

-                      Buenos días señor - saludó Sherezade al viejo hombre -, ¿qué le trae por aquí? – dijo respetuosamente, aunque no había ido nunca a la escuela, siempre había tenido una educación adecuada y la habían enseñado a respetar a sus mayores.
-                      Buenos días, estoy repartiendo los papiros semanales, tus padres me los han encargado, ¿te los doy a ti, pequeña? – dijo con un tono de voz ronco, propio de una persona mayor.
-                      Sí, muchas gracias señor – le dijo.
-                      De nada pequeña. Ahora he de seguir repartiendo, que tengáis un buen día. Saluda a tus padres de mi parte – Dijo el anciano de pelo blanco y barba larga y grisácea mientras se alejaba con un carrito lleno de papiros.

Corrió la cortina, y depositó el papiro sobre un cofre situado en la sala de estar.

En la casa, el mobiliario brillaba por su ausencia. Únicamente había cinco habitaciones. La cocina, donde había un horno, un fogón, una estantería en la que se depositaban las vasijas, los botijos, y los cuencos, y unas escaleras que llevaban a la azotea, donde se acumulaban reservas para el invierno, y que servía como despensa. Un único dormitorio donde dormían los siete sobre grandes montículos de heno cubiertos con una sábana blanca, y sobre esta una vieja manta que solo utilizaban en las noches más frescas. La sala de estar en la que había una pequeña mesa de madera con unos cojines, un par de esteras, una alfombra, en una de las paredes se encontraba una pequeña cómoda donde guardaban utensilios básicos y herramientas, en una esquina había dos baúles donde guardaban sus ropas, y colgado de una pared, un papiro muy bonito con un dibujo precioso que representaba la unión entre la diosa Isis, y el dios Osiris. Por último en la casa había un vestíbulo en el que se encontraba la entrada principal a un lado de esta un altar para rendir culto a los dioses, y al otro lado del vestíbulo se encontraba la entrada al patio trasero dónde se hallaban los animales y un pequeño huerto.


Naliah empujaba el carrito de forma forzada, ya estaban cerca de la plaza.
Zahur, el hijo más mayor, que contaba ya con trece años advirtió a su madre y a su hermano que ya podía divisar la plaza, y también el bullicio de las gentes. Naliah demostró sus ganas de llegar allí saltando como si fuese una cría de cinco años. Sus hijos la miraron perplejos, pero conocían a su madre, y sabían a que había ido realmente a la plaza.
Llegaron al llamado centro de la aldea, donde había mujeres, que como ella intentaban negociar unas con otras para obtener diferentes bienes.
Naliah tomó de la mano al segundo de sus hijos, Khalid, que contaba con once años, y le dijo a Zahur que hiciese cola en el taller del artesano.
La mujer se alejó con su hijo hacia uno de los puestos. Buscó entre las mujeres hasta dar con Jamila, una de sus amigas y vecinas de la aldea. Se acercó hasta la alfombra roja en la que Jamila tenía sus productos. Según lo que el marido de Jamila le había contado a Hamadi, ella elaboraba los jabones y los perfumes a partir de plantas y hierbas naturales.


-                      Jamila, buenos días. He venido porque preciso urgentemente de tus productos – dijo Naliah.
-                      Bien, eso es fantástico, pero, ¿Qué me ofreces a cambio? – Preguntó Jamila fingiendo aires de superioridad.
-                      Había pensado en ofrecerte esta gallina, y esta bolsa de semillas. Es muy productiva y a penas hay que darle semillas, se alimenta del grano esparcido por el suelo. – Dijo Naliah esperando un sí por respuesta.
-                      Me parece bien Naliah, quiero esa gallina, pero hemos de marcar ahora mis productos, ¿te parece bien dos pastillas de jabón y un frasco pequeño de perfume a cambio de la gallina y la bolsita de semillas?
-                      Estupendamente Jamila. – dijo Naliah con una sonrisa.
-                      Bien, pues entonces, aquí tienes tus jabones y tu perfume, Naliah, que los disfrutes, y no dudes en volver. – dijo Jamila mientras yo me alejaba.

Naliah guardó los jabones, y el perfume en una pequeña bolsa que traía consigo para que no se estropeasen ni se rompieran, luego los guardó en el carrito para transportarlos mejor. Llevaba ya catorce años yendo una vez a la semana, raramente dos a esa plaza. Al principio partía para intercambiar productos, años después comenzó a adquirir telas con las que fabricaba prendas y alfombras que luego vendía. Estuvo haciendo esto durante tres largos años y consiguió reunir el dinero suficiente como para comprar tres o cuatro muebles baratos, o incluso para comprar herramientas nuevas, o comida más variada durante unos meses, pero no el suficiente como para enviar a alguno de sus hijos varones a la escuela.

Naliah tomó a Khalid de la mano de nuevo, y mientras empujaba el carrito, se abría paso entre la multitud; hecho bastante complicado en una plaza como aquella.

Volvió al lugar dónde había enviado a aguardar a su hijo mayor Zahur.

-                      Zahur, tengo que hablar contigo, hijo. – le dijo su madre seriamente.
-                      Dime, madre. ¿De qué quieres hablarme? – preguntó  Zahur con la misma seriedad con la que su madre le había hablado anteriormente.
-                      Tu padre y yo hemos estado hablando a cerca de tu futuro, y queremos que ejerzas un oficio con el que logres sustento para ti, y para tu familia, el que tú escojas, pero antes queríamos hacer una mención a tu talento con la madera y la arcilla – dijo mi madre a la vez que sonreía y me acariciaba la mejilla -. Es por ello que, te he traído hasta el taller del artesano de la aldea. El anciano asegura que si eres bueno, es probable que puedas montar tu propio taller, y tener una mejor vida. Tú decides. – dijo con ese tono de voz que presentan las madres ante sus hijos cuando quieren conducirlos a tomar la decisión adecuada.
-                      Me parece una idea fantástica, madre. Será un honor para alguien como yo ejercer un oficio tan importante. – respondió
Naliah sonrió y apoyó a su hijo a cumplir su sueño.

-                      Pero madre, no va a ser fácil lograr que el maestro me enseñe el oficio, ¿Qué ocurrirá si no soy lo suficientemente bueno?, ¿o no soy del agrado del maestro?, o peor aún, ¿qué ocurrirá si me dice que directamente no sirvo en absoluto para desempeñar la tarea?
-                      Pero hijo, no pienses en eso, y el maestro jamás podría opinar eso a cerca de ti, hijo mío.
-                      ¿Por qué opináis de esa manera, madre?
-                      Por una razón muy simple, con un poco de barro le hiciste una muñeca a Nanuet por su cumpleaños, incluso la vestiste con restos de telas, y le pusiste pelo con heno, agua, y arcilla. Y le tallaste un caballo precioso a Khalid, con tan sólo un pedazo de madera y un cuchillo. ¿te parece poco?
-                      Tienes razón madre, gracias por los ánimos.

Zahur abrazó a su madre, y le agradeció el gran sacrificio que estaba haciendo por él.

El maestro salió de su casa, y bajó al taller; fue examinando alumno tras alumno, e incluso a una alumna, a la cual rechazó inmediatamente por el hecho de ser mujer. Su madre, en lugar de animarla, y consolarla, la castigó duramente. El último de aquella cola parecía ser Zahur, y había llegado su turno, el momento que debía aprovechar para mostrar su valía.
El maestro le pidió exactamente lo mismo que a los anteriores, realizar una muñeca con arcilla, y tallar un caballo en madera. Zahur no estaba nervioso en absoluto, y su confianza en sí mismo, era máxima. Él y su madre cruzaron una mirada de complicidad, ambos sabían que todo eso ya lo había hecho el chico antes. Así pues, Zahur, comenzó a tallar el caballo. Al disponer de herramientas que en su casa no tenía decidió finalizar el caballo puliéndolo, cosa que en su casa, era evidente que, no habría podido realizar. Por otro lado, los conocimientos de Zahur sobre como tratar la madera sorprendieron al anciano de tal modo, que antes de que el muchacho acabara de pintar detalles sobre la madera el maestro intervino:
-                Muchacho, cesa un momento en tu labor. Creo que ya he visto suficiente por hoy – dijo el anciano mientras se acercaba hacia el muchacho y le revolvía el oscuro pelo.

Zahur se detuvo automáticamente. Fue como si la voz del maestro manejase un botón en el  interior del muchacho a su gusto.

-                Muchacho dinos tu nombre – ordenó el anciano.
-                Mi… mi nombre es Zahur – respondió el muchacho con decisión
-                Bien, Zahur, ¿a quién pertenecéis?, ¿de dónde sois?, y lo más importante, ¿por qué queréis aprender este oficio? – preguntó el anciano esperando impaciente una respuesta.
-                Señor, con todos mis respetos he de decirle que provengo de una familia muy humilde. Mi madre es esa bella mujer que se encuentra entre la multitud – dijo mientras señalaba a la mujer que vestía con un vestido de lino blanco, y dos franjas azules-, y mi padre es un campesino, señor – dijo inclinándose hacia el maestro-. Vivo en esta aldea, maestro junto con mis padres, y mis cuatro hermanos. Quiero dedicarme a este oficio porque, francamente opino que tengo un don otorgado por los dioses, y que he de aprovechar; entre otras cosas, me gusta el oficio, y en un futuro me gustaría tener mi propio taller, con el que poder alimentar a mi esposa y a mis hijos… Pero mientras tanto maestro, quiero aprender de usted, y, con usted.

Los ojos del maestro se tornaron hacia el muchacho. Lo miró fijamente durante unos instantes, y, finalmente comenzó a aplaudir fascinado por las palabras de aquel niño.
-                Zahur, eres un muchacho inteligente, y en treinta años de oficio jamás había visto a un muchacho que hiciese todo lo que tú has logrado en este día. Ha resultado increíble la forma en la que tratas la madera, y puedo asegurarte que llegarás lejos; pocos muchachos sabrían hacer lo que tú haces con esa extrema pasión, dedicación, y limpieza. Estaré realmente complacido de que pases a formar parte de mi taller.
El rostro de Zahur intentaba aparentar seriedad, pero la gratitud y la emoción que sentía en ese momento resultó incontenible.

-                Muchas gracias maestro, para mí, esto es un honor, y un posible camino hacia un próspero futuro. – dijo Zahur.
El maestro asintió lentamente con la cabeza.
-                Zahur, el oficio de artesano es muy sacrificado. Si quieres convertirte en mi ayudante has de acudir aquí todas las mañanas puntualmente cuando el Sol se haya puesto. ¿estás dispuesto a cumplir ese requisito? – preguntó el maestro.
-                Por supuesto que sí, maestro, ese y cuantos usted precise para instruirme – respondió el niño con decisión.
-                Muy bien muchacho, debes recordar por encima de todo que estás aquí para aprender, y tu aprendizaje consistirá en realizar muñecas de arcilla, y en tallar caballos, y cajas para guardar pequeños objetos, que luego decorarás con pintura a tu gusto, o al de los clientes. No estarás asalariado, por tanto no cobrarás ninguna moneda, pero de todo lo que tú realices, que quede sin vender al cabo de una semana podrás llevarte un objeto a tu casa. De este modo, no tendrás que invertir dinero en comprarlo y a su vez estarás aprendiendo un oficio, ¿te parece razonable? – comentó el anciano.
-                Sí maestro, lo que sea con el fin de aprender, y llegar a ser un hombre digno de admiración – Intervino Zahur.
-                Muy bien, comenzaremos cuando hayan pasado dos lunas, en el momento en el que el Sol se haya puesto… Más te vale llegar a la hora, por los dioses. Hasta entonces tienes tiempo libre, disfrútalo – dijo el artesano mientras se hurgaba en la blanca barba.
El muchacho divisó a su madre con la mirada y trató de ir a su encuentro, mientras lo hacía no podía evitar girar la cabeza y mirar por el rabillo del ojo al anciano que seguía en pie con su negro turbante, y su vieja túnica dejando ver sus pies descalzos sobre la arena. Ladeaba la cabeza de un lado a otro.

Zahur se dirigió hacia su madre para decirle algo, pero los vítores que se lanzaban en su honor ahogaron irremediablemente sus palabras, su madre le dedicó una profunda mirada de entendimiento, como si llevase su agradecimiento escrito en la frente.
-                No me lo agradezcas hijo mío, es mi deber como madre hacer todo lo posible para que mis hijos sean felices; si hiciese todo lo contrario no podría considerarme una buena madre.
-                Te quiero mamá – y aunque, sus palabras volvieron a quedar ahogadas entre los gritos, y vítores  de la multitud, su madre volvió a comprenderle perfectamente y respondió:
-                Yo también hijo, ahora volvamos a casa, tu hermano ya está bastante aburrido… - replicó Naliah sonriendo entre dientes.
-                Puede, pero eso es ahora, ya verás en cuanto le diga que gracias a su hermano va a conseguir una gran cantidad de caballos de guerra… - contraatacó Zahur.

Naliah rió a carcajadas delante de su hijo, y por un momento volvía a sentirse joven… ¡qué diantres!, era joven, sólo contaba con veintiocho años de vida, y aunque pareciese que no, y ella aún no lo supiera era la mujer más bella del poblado.
La mujer agarró la mano de su hijo mayor para conducirlo entre la multitud que aún tenía la mirada fija en ellos. Silbó por aburrimiento mientras intentaba encontrar la salida entre aquella muchedumbre.
El mercado jamás había estado tan lleno, pensó.
De la nada se escuchó una voz que se alzaba sonoramente sobre las demás por el hecho de resultarle familiar, muy familiar.

-                Mamá ¿qué habéis estado haciendo durante todo este tiempo?, ha aparecido una señora muy extraña que ha intentado venderme unas telas negras, y al decirle que no tenía dinero ha querido regalármelas – explicó Khalid -. Pero me pareció tan extraño que alguien quisiera regalarme unas telas que no las acepté; me parecía muy sospechoso. –intentó excusarse Khalid esperando una respuesta coherente, y no un probable “hijo mío, o ha sido fruto de tu imaginación, o estás rematadamente loco”
-                Está bien hijo, ¿dónde está esa señora? ¿La has vuelto a ver? – preguntó su madre indecisa.
-                No. Lo cierto es que creo que estaba ida, comentaba algo sobre una maldición, y luego algo sobre la muerte, así que me alejé. – Comentó Khalid aliviado por la inesperada credibilidad de su madre.
Naliah asintió para tranquilizar a su hijo, pero realmente sólo trataba de calmarse ella misma. Recordó el viejo cuento de su madre. Aquella leyenda que le había contado al cumplir los doce años. La apartó de sus pensamientos y le acarició la nuca a Khalid.
-          No te preocupes – dijo aportándole seguridad.

Los tres emprendieron camino hacia su casa. Era ya casi medio día y el Sol se encontraba alto e imponente en el cielo. Brillaba como nunca antes lo había hecho, quizá esto ocurría porque la gente que vivía cerca del desierto jamás miraba al Sol directamente, le tenían mucho respeto a Ra, el dios de este. El calor golpeaba las cabezas de los caminantes cansados del poblado, haciendo que el sudor corriese como el agua del Nilo por su frente.
Khalid ya podía ver su casa y se sentía muy contento de regresar, pero su felicidad se debía principalmente a tener un lugar en el que cobijarse de aquel Sol abrasador. Corrió hacia la casa, que se encontraba ya, a unos pocos metros de distancia. Cuando llegó a la casa gritó, y su hermana Sherezade lo recibió. Mientras Khalid entraba, la niña se quedó de pie en la entrada de la vivienda, con la mirada perdida, esperando a que su hermano mayor, y su madre llegasen para volver a correr la cortina.

Naliah transportó el viejo carrito de madera hasta el patio trasero, cogió de este la bolsa en la que llevaba los objetos que había conseguido y se los confió a Sherezade. La niña, tan audaz como un lince sabía perfectamente donde debía dejar esos bienes. Se dirigió hacia el dormitorio, y una vez allí depositó la pastilla de jabón violeta dentro de una caja tallada en madera, y después, hizo lo mismo con la pastilla de jabón de color naranja. El perfume no lo depositó dentro, sino que, lo colocó encima con total delicadeza para que no se dañase.
La niña salió del dormitorio y penetró en la sala de estar, donde se encontró con sus dos hermanos mayores. Naliah les habló desde la cocina:
-                Sherezade, ¿sigue durmiendo Rahotep? – preguntó Naliah.
-                Sí madre, y Nanuet también, ambos se encuentran descansando en el dormitorio; supongo que ayer debió de ser un día muy cansado para ellos. – concluyó Sherezade desde la sala de estar haciendo grandes esfuerzos para que su madre la escuchase, pero vigilando el tono de voz para no despertar a sus hermanos.
-                Supongo que tienes razón, como casi siempre. Será mejor dejarles dormir, ya comerán en cuanto se despierten. – dijo la madre.

Al cabo de veinte minutos aproximadamente la comida ya estaba preparada y servida en la mesa de la sala de estar. La carne era la misma que la que habían tomado anteayer, carne de ave, pero no podían quejarse porque conocían la situación económica de la familia. Les consolaba que en el centro de la mesa no solo había pan relleno con dátiles, sino que también había un cuenco lleno de tomates. Para beber tenían agua para los niños, y cerveza para la madre. De postre había pastel de uvas e higos, el postre preferido de los niños. Antes de comenzar a comer bendijeron los alimentos, y trataron de dar las gracias a los dioses. Acto seguido comieron todos juntos, mientras Sherezade y Naliah mantenían diversas conversaciones sobre telas, oro, perfumes, y compras. Mientras que los varones hablaban entre sí sobre su futuro, sus futuros oficios, y describían a su mujer perfecta con la que pasar el resto de sus días.

Mientras Naliah recogía la mesa Sherezade recordó que el pregonero había traído aquel extraño papiro completamente indescifrable para ella.

-                Madre, acabo de recordar que antes el pregonero se acercó y me entregó este papiro – dijo la niña a la vez que le entregaba el papiro a su madre.
-      Naliah tomó el papiro de las manos de su hija, y le echó un vistazo rápido. Esta bien – dijo – déjalo en el vestíbulo, lo leeremos en cuanto tu padre llegue de trabajar – y diciendo esto le devolvió el papiro a su hija mientras ella volvía a la labor que estaba haciendo.

Naliah aclaró los platos con un poco de agua que Khalid había sacado del pozo del patio la noche anterior, y acto seguido los secó con un viejo trapo de cocina. Salió de la cocina, y se sentó junto a los niños en la sala de estar esperando a que los dos niños se despertaran, y aguardando la llegada de Hamadi. Se sentía impotente pues no había nada que pudiese hacer en aquellos momentos. Recordó su pasión por la danza egipcia, y recordó que esta mañana había ido a la plaza a intentar ganar un poco de dinero ejerciendo este arte; todo ello con el fin de que alguno se sus hijos, quizá el más pequeño pudiese acudir a la escuela. No había podido cumplir su objetivo, pero sin embargo, había logrado otro muy distinto que su hijo mayor ansiaba desde hacía mucho tiempo. Así pues, decidió animar a Zahur a contar su historia ante sus hermanos.
Zahur se sintió importante por unos momentos, y eso le agradaba, sentía que su madre tenía una gran confianza en él, y empezó a narrar la historia con todo lujo de detalles, añadiendo de este modo alguna que otra exageración, y un par de mentiras piadosas de las cuales su madre se rió con complicidad; pero no le contradijo en ningún momento, dejó que la contara a su gusto, y Zahur se lo agradeció. En esta ocasión, no fueron los vítores de la gente los que le impidieron escuchar las palabras de su madre, pues ella no había pronunciado ninguna. Zahur volvió a ver aquel brillo en la mirada de su madre, y pudo leer con total nitidez aquella oración que durante tantos años había estado ansiando escuchar. “Eres libre hijo mío, has comenzado tu historia, y con ella tu vida, eres libre, y te convertirás en un buen hombre; ya va siendo hora de que empieces a contar, a ver, y a hacer las cosas a tu manera, ahora prosigue con tu historia…”
Zahur casi comprendió lo que aquellas palabras significaban.
Casi las comprendió.

13 comentarios:

  1. que laaaaaargo! xD aún asi, me ha gustado!
    está muy interesante :D
    la verdad... llevo siguiendo tu blog desde hace unos días... pero hasta hoy no me había dado por comentar xD
    Espero que no tardes en subir otra entrada ;)
    por cierto, te estoy siguiendo ^^ Si siquieres sigeme a mi en: http://historiadeannie.blogspot.com/
    Estoy escribiendo una historia en él :D
    Espero que te guste ;) comentame si eso.. ^^
    Besiitooos LL

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  2. hola erika, o erii como tú prefieras :D
    SABES QUE? me alegra que te haya gustado, pues esta no es una historia cualquiera que hace una chica en un blog, sino que esta es una novela de verdad, lo cierto es que si esto lo pasas a formato libro son al menos 20 páginas xD
    Por eso digo que es una novela de verdad que me gustariia publikaar^^ pero el problema es que no voy a escribir más hasta que pueda desactivar el boton derecho en el blog, porque me costó mucho pensar la idea.
    Le he enseñado los 4 primeros capírtulos y el prologo a mi maestra de lengua y lo cierto es que dijo que estaba muy bien, que se podia hacer hasta serie xD Y no me gustariia que me la copiaran ^^

    Te agradezco muucho tu opinion :)
    me pasaré por tu bloog^^
    un besito (K)(=

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  3. ¡Hooooola! Gracias por leer mi historia, estoy empezando con la tuya aunque es MUY LARGA! Pero da igual ;) Quería decirte que nos parecemos en muchas cosas, a mí también me gusta el manga y anime japonés y adoro los animales sobre todo los felinos (Mi favorito es el tigre) Me encanta toda la música menos el reggeton (como a ti!) y soy morena, pero me quemo fácilmente.
    ¡Seguiré publicando, espero que sigas leyendo!
    Yo no sé si la publicaré, lo dudo porque no es lo suficientemente buena, pero tú tienes muchas posibilidades. ¡Ánimo y continúa! :)

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  4. graciias Gaby!
    Si, lo cierto es que es muuy laarga! jajaja peero es que es un capítulo real xD
    Pues... lo cierto es que nos parecemos en muchas cosas ;) jajaja!
    Sequiré leyendote, y publicando, espero que te siga gustando
    un besooo!, y ánimo a ti también

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  5. ¡Hola Vermouth! ¡Por fin encontré tu blog! Pues no me dejaste el enlace cuando me hiciste el comentario en el mío y, aunque te contesté allí, cuando quise acordar me puse a buscarlo y no daba con él.
    Bueno... sobre la historia, me parece muy buena; la redacción tiene la calidad suficiente como para hacer al lector entrar en el mundo de tus personajes. Redactas francamente bien, para tu edad. El marco escénico es muy original, me recuerda a las historias de Las mil y una noches y los nombres y la forma en que se desenvuelve la trama denotan que hay madera de escritora en ti. Aún tienes que pulirte, eso es normal, pues el estilo evoluciona con la edad y el trabajo, es como la letra, no es la misma cuando somos niños que cuando somos adultos.
    La continuidad temporal, aunque la historia acaba de empezar, es buena y fluida.
    ¡Cuidado con las redundancias! tiendes a repetir las mismas palabras en frases contiguas. Ej.:
    1-Hamadi, el padre de FAMILIA se despidió de su FAMILIA y de sus hijos
    2- Miró hacia atrás, y pudo ver su ALDEA en la lejanía; parecía que ya comenzaba a haber mayor actividad en la ALDEA…
    Por lo demás todo bien, algún acento que se te haya escapado y alguna coma fuera de su lugar... Recomendación: Lee y relee el texto, nunca se acaba de encontrar estos tipos de fallo o erratas que se comenten sin darnos cuenta y hay que corregir... ¡Hasta me pasa a mí! En fin, aquí tienes mi impresión. Espero que te ayude en lo posible. Tu historia es original y fuera de lo que comúnmente se halla hoy en los blogs. Un beso y sigue adelante. Le veo un gran futuro a tu novela. =))

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  6. ¡Se me olvidó decirte que el titulo es genial, me encanta! otro beso =))

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  7. ¡Vaya!, muchas gracias por la crítica, agradezco mucho que la haya trabajado así, pues prefiero este tipo de críticas mostrando fallos y aconsejando sobre temas y partes de la historia, que las típicas en las que suelen ponerte: "esta geniaal, me encantaa" xD Puede darse el caso de que les guste, pero siempre hay fallos y pequeños detalles que se pueden mejorar. Sí, lo cierto es, que original es un rato, me gustan las novelas diferentes :) En cuanto al tema de las comas me resulta de lo más complicado. En ocasiones me confundo, o me surgen dudas a la hora de colocar una coma. Seguiré su consejo de leer el texto varias veces :)
    Muchísimas gracias por su crítica, la verdad es que ahora me percato de esos errores como las repeticiones;)
    un beso para usted, y suerte con su novela, yo también la seguiré leyendo

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  8. Holaaaaaaaaaaaaaa!!! ^^
    Había que echarte un vistazo a ver... ;)
    he de decir que al principio... quizás haya demasiada purpurina en el blog xD eso le resta un poco de seriedad, la verdad... hace que al entrar presupongas que vas a encontrar el típico relato de adolescentes... pero no.
    Y eso es lo bueno, que no lo es ;) Desde el principio se deja leer, quizás, como ya te han comentado, redundas a veces, pero eso se facilmente solucionable ;) la narración es sencilla, alterna descripciones, reflexiones de los personajes y diálogos, algunos a veces suenan algo forzados... pero eso tb es pasable xD
    Por lo demás los personajes están bien construidos y el marco es bastante original =)
    No está nada mal... sigue así ^^
    un besito!!!

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  9. Muchas gracias, me alegro de que te haya gustado;
    Y sí, me gusta lo original, que resalte, y que rompa los esquemas que tienen los adolescentes en su mente ;)
    No sé es más divertido y preferible a la hora de describir :) Buscar algo que no se encuentre escrito...
    Me alegro de que lo hayas leído a pesar de su contenido excesivamente extenso xD
    Un besiito ^^

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  10. ooohh me encantóoo!! me lo leí todo!!! escribes genial, espero que llegues a lo más alto :D te sigo!!

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  11. Muchas gracias :D
    Espero que sigas leyendo de aquí en adelante :)
    Un beso, y, muchas gracisa por tu dedicación Iria, creo que yo también te sigo.

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  12. Hola Carla,me dijo ayer tu madre en el trabajo que tenias un blog y aqui estoy......cotilleando un poco,jajajaaj!.Ya lei el primer capitulo y voy corriendo a leer el segundo,me tienes enganchada con la historia.Un beso de Mariajo!

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  13. CArlaaaa, al fin me he leido tu primer capítulo :) me ha costado tiempo pasarme perio me he pasado y la verdad esque ahora miso me arrepento de no haberme pasado antes, pues la vrdad es que me h gustado mucho el primr capitulo :) mañana por la noche me leere el segundo :)
    En cuanto a los nombres son de lo m´s originales y me encantan, sbre todo el de la madre :) bueno carla muchos besitos TeQuiero mañna ablamos (L)

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